Xoán Leiceaga Baltar

POESÍA

REFLEXIÓN

Esta sección se me ocurrió para poder disponer de un espacio complementario a OBRA y CALA pero más flexible — abierto a los lectores, p.ej.—, aunque siempre orientado a «la poesía y lo poético», y, más en concreto, a aspectos como su sentido, la valoración de su calidad, las aproximaciones a poetas y poemas y a un amplio continuo de buenas ideas (entrevistas, ensayos sobre las diferentes manifestaciones artísticas, etc.). Se debe entender que, naturalmente, los conceptos de poesía y poeta son para mí hermanos de magia del arte y el artista y por ello tienen cómoda acogida en REFLEXIÓN, que este mes reinicia el abecedario.

[Ver más en VIDA y SAL / SALudo]

Reflexión 1

Abecedario de escritores – Letra B

  1. Bautista, Amalia (Poeta) (Madrid, 1962)
    1) «Llevo al aire las cosas que debiera / esconder, lo más íntimo y oscuro».
    2) «Todos necesitamos que nos quieran. / Algunos infelices, sin embargo, / no sabemos vivir para otra cosa». 3) «Era todo mentira y me convenzo / en el momento más inoportuno. / El amor no era amor. Eran los besos / una manera de apagar la sed. / Las caricias, el modo de orientarnos / en medio de la noche / ...».
  2. Beauvoir, Simone de (Escritora) (París, Francia, 1908-1986)
    1) «Para disfrutar de una vida completa con significado, y evitar que la edad nos convierta en una caricatura de nuestro pasado, para mantener constantemente activas las habilidades del cuerpo y las facultades del alma, debemos dedicarnos a personas, grupos, proyectos o causas; sumergirnos en el trabajo social, político, intelectual o artístico; desear pasiones intensas que nos impidan cerrarnos en nosotros mismos».
  3. Bevilacqua, Alberto (Poeta, cineasta...) (Parma, Italia, 1934)
    1) ('A través de tu cuerpo'): «Cada hombre es dos hombres: uno despierto en las tinieblas y otro adormecido en la luz».
    2) ('El que traicionaba') «Existen dos clases de belleza femenina. La primera, vistosa, pero parecida a otras, y estática. La segunda, por el contrario, maleable y maliciosa, un juego de reflejos que estimula la imaginación».
  4. Beckett, Samuel (Poeta, autor...) (Dublin, Irlanda, 1906-1989)
    1) (Carta a Pamlea Mitchell, 1954): «Para mí, las cosas deben seguir como están. No me queda siquiera suficiente vida como para querer cambiarlas. A lo mejor ellas cambiarán y me dejarán tranquilo. No haré nada para impedirlo. La idea de la felicidad ya no tiene ninguna significación para mí. ünicamente quiero estar en el silencio ...».
    2) ('Murphy', 1938): «El sol brillaba, no teniendo otra alternativa, sobre lo nada nuevo».
    3) ('Textos para nada') «Suerte que ha fracasado, que nada ha empezado, nunca hubo nada más que nunca y nada, es una verdadera suerte, nada nunca, más que palabras muertas».
  5. Bécquer, Gustavo Adolfo (Poeta) (Sevilla, España, 1836-1870)
    1) «Ni sé tampoco en tan horribles horas / en qué pensaba o que pasó por mí / sólo recuerdo que lloré ymaldije, / y que en aquella noche envejecí».
    2) «Mas ¡ay! de un corazón llegué al abismo / y me incliné un momento, / y mi alma y mis ojos se trabaron: / ¡Tan hondo era y tan negro!».
  6. Bella, István (Poeta) (Székesfehérvár, Hungría, 1940-2006)
    1) «Detrás de tanques, de exterminadores, / siempre anda el silencio y la sombra».
  7. Bellow, Saul (Escritor) (Lachine, Quebec, 1915-2005)
    1) ('Carta a Stanley Burnshaw, 1965'): «El mundo nos ha desbordado y derrotado en proporciones astronómicas. No podemos esperar estar a su altura. Los escritores jamás alcanzarán las cotas de perversidad a que ha llegado la historia política del siglo veinte».
    2) «– Pregunta: ¿En qué se diferencia la ignorancia y la desidia? – Respuesta: Ni lo sé ni me importa».
  8. Benedetti, Mario (Escritor y poeta) (Tacuarembó, Uruguay, 1920-2009)
    1) «... En mi insomnio favorito comparece a menudo un catálogo de maravillosas mujeres: anatomía conocida con rostro inventado, fisonomía seductora con cuerpo abrazable. Miro a mi derecha, pero allí mi mujer duerme como una bendita.».
    2) (Versos): «... tus manos tibias / expertas en usar, asir y osar».
    3) (Versos) «... la soledad es una hazaña / precaria por supuesto pero hazaña / busca el poder del abandono / y el abandono del poder».
  9. Benet, Juan (Escritor) (Madrid, 1927-1993)
    1) (Carta a un amigo'): «Hoy he escrito la primera página de una novela y no sé de qué se trata, pero sé que me espera un año de obsesión».
    2) «Todo español, por el mero hecho de serlo, tiene derecho al fracaso».
  10. Benitez Ariza, José Manuel (Poeta) (Cádiz, 1963)
    1) «Escribir solamente sobre aquellos lugares / que te han dado serenidad, buen pulso / para medir el paso de los días / y una mirada ecuánime sobre quienes respiran / mal que te pese, el mismo aire que tú».
    2) «Da igual. Una vez muerto, / el trámite final es tan indiferente / como lo que le pueda suceder / a todo aquello que has atesorado en vida: / tus libros, tus escritos, tus recuerdos, / la casa que los guarda, los amigos / que en ella han festejado, sin motivo, / la alegría de estar vivos y juntos».
  11. Benjamin, Walter (Filósofo) (Berlín, Alemania, 1892-1940)
    1) «La belleza surge del descubrimiento de lo insólito en lo que es más cotidiano o familiar. Se pueden llamar «iluminaciones» a estos estados de gracia en los que de repente lo natural se nos aparece como sobrenatural y lo real como surreal».
    2) «El laberinto es la patria de los que dudan».
  12. Bennett, Arnold (Escritor) (Stoke-on-Trent, Inglaterra, 1867-1931)
    1) «Yeats es uno de los grandes poetas de nuestra era, porque media docena de lectores sabemos que lo es.».

Reflexión 2

ABECÉ de MUJERES POETAS – Letra B

Gioconda Belli

GIOCONDA BELLI - Vida y poemas

(Managua, Nicaragua, 1948)

Reflexión 2

Con la primera versión de la sección Reflexión-2, continente y contenido, he procurado ser prudente — limitadamente, pues en poesía no veo adecuados los excesos de prudencia—, para evitar desorientar a los improbables lectores con cambios muy seguidos o bruscos. Así, estuve una buena temporada trabajando sobre entrevistas que me llamaban la atención entre personajes de la poesía o del arte en general; después me surgió una especie de euforia —nada repentina, por cierto— por el maestro poeta Gamoneda, al cual dediqué un gustoso esfuerzo (desentonando lo menos posible de su sabiduría) al respecto de su sublime poema largo Descripción de la mentira. Y ahí sigue estando la doble colección completa bajo el botón pulsable de Ir a reflexiones anteriores.

Creo, ahora, que ya es el momento de hacer un nuevo derrotero, esta vez de más larga duración —si mi cuerpo aguanta—, y siguiendo una vía semejante a la que viene indicando la sección Reflexión-1, la del abecedario. Por otro lado, mi corazoncito me viene reclamando hace tiempo una complementaria dedicación a la mujer —la mujer poeta— que ayude a suavizar los abundantes defectos históricos y, a la vez, me sirva para reconocerles su general valía y sus aportaciones en este campo de la creación; y, naturalmente, sirva de agradecimiento especial a mis lectoras, que asombrosamente son más de una.

Esa es la razón de que el 1 de julio de 2012 haya iniciado, como Reflexión-2, el ABECÉ de Mujeres Poetas que espero completar de A a Z, siendo mía la selección de los textos. Para cada letra iré buscando lo que entienda más oportuno y posible; después de Anna Ajmátova, espero que Gioconda Belli se vea como buena opción. Es poeta nicaragüense, afotunadamente viva, de cuya calidad y fuerza rompedora, por atrevida e innovadora, no surgen dudas. Entre lo que dispongo de su obra y lo que he podido conseguir, he elegido una docena de poemas y espero haber acertado.

Fuente: Internet (esp. su página oficial «www.giocondabelli.org/tag/poesia/» y «http://amediavoz.com/belli»)
Selección y comentarios: Xoán A. Leiceaga Baltar

Vida de Gioconda Belli

Gioconda Belli Pereira (Managua, Nicaragua, 1948), hija de padre empresario y de madre fundadora del Teatro Experimental de Managua. Gioconda fue la segunda de cinco hermanos, cursó sus estudios primarios en Managua, el bachillerato en Madrid (España) y obtuvo luego un diploma en Publicidad y Periodismo en Filadelfia (Estados Unidos). Regresó a Managua, contrajo matrimonio en 1967 y en 1969 tuvo su primera hija. Como muchos intelectuales de su generación, Belli se integró a las filas del FSLN, militó entre 1970 y 1994, fue miembro de su Comité Político-Diplomático, correo clandestino, transportó armas, viajó por Europa y América Latina obteniendo recursos y divulgando la lucha sandinista, etc. Fue perseguida por la dictadura somocista, vivió el exilio en México y Costa Rica y después del triunfo sandinista y hasta 1986, ocupó varios cargos dentro del gobierno.

Sus primeros poemas aparecen en 1970, en el semanario cultural del diario La Prensa de ese país y, ya en 1972, publica su libro Sobre la grama, que obtiene el premio de poesía más prestigioso del país en esos años, el “Mariano Fiallos Gil” de la Universidad Nacional Autónoma; más tarde, en 1978, obtendrá en Cuba el premio Casa de las Américas por su segundo libro Línea de Fuego. Su poesía es considerada revolucionaria por su manera de abordar el cuerpo y sensualidad femenina, y genera el típico revuelo que organizan las almas bien pensantes y satisface los intereses de la prensa y las agencias de publicidad. En 1986 Belli dejó todo cargo oficial en el sandinismo, para dedicarse a escribir y colaborar en la Unión de Escritores y en numerosas actividades literarias. Entre 1982 y 1987, publicó tres libros de poesía: Truenos y Arco Iris, Amor Insurrecto (antología) y De la costilla de Eva. Libros, o selecciones de ellos, que fueron publicados en numerosos países del mundo. En 1988, Belli publicó su primera novela, La Mujer Habitada, un éxito editorial en Europa y América Latina, con altos tirajes y numerosas ediciones y el premio alemán Anna Seghers destinado a escritores latinoamericanos. Aunque en 1997 publica su libro de poemas Apogeo, a partir de 1990 su actividad literaria se centra más en la ficción —novelas y un cuento para niños—, y en la prosa, un testimonio-memoria de sus años en el sandinismo. Sus publicaciones se recogen en varios idiomas y son bien acogidas.

Obra poética de Gioconda Belli

Sobre la grama (1972) / Línea de fuego (1978) / Truenos y arco iris (1982) / Amor insurrecto (Antología, 1984) / De la costilla de Eva (1986) / Poesía reunida (Antología, 1989) / El ojo de la mujer (Antología, 1991) / Apogeo (1997) /

Doce poemas de Gioconda Belli

Acontecimientos

Estar como una ola
encrespada en el suave
murmullo de tu sangre.

Dormitar prendida de tus bordes
acurrucado pelo derramado en tu hombro
sostenido en la caricia de tu mano.

Decir sin hablar
cosas dichas desde el principio,
desde el primer apareamiento de un hombre y una mujer
que se descubren
descubriendo el mundo.

Ser este animalito dulce
que te busca con los ojos abiertos
y piensa que la vida es hermosa, intensa,
inesperadamente nueva.

Castillos de arena

¿Por qué no me dijiste que estabas construyendo
ese castillo de arena?
Hubiera sido tan hermoso
poder entrar por su pequeña puerta,
recorrer sus salados corredores,
esperarte en los cuadros de conchas,
hablándote desde el balcón
con la boca llena de espuma blanca y transparente
como mis palabras,
esas palabras livianas que te digo,
que no tienen más que el peso
del aire entre mis dientes.
Es tan hermoso contemplar el mar.
Hubiera sido tan hermoso el mar
desde nuestro castillo de arena,
relamiendo el tiempo
con la ternura
honda y profunda del agua,
divagando sobre las historias que nos contaban
cuando, niños, éramos un solo poro
abierto a la naturaleza.
Ahora el agua se ha llevado tu castillo de arena
en la marea alta.
Se ha llevado las torres,
los fosos,
la puertecita por donde hubiéramos pasado
en la marea baja,
cuando la realidad está lejos
y hay castillos de arena
sobre la playa...

Desafío a la vejez

Cuando yo llegue a vieja
—si es que llego—
y me mire al espejo
y me cuente las arrugas
como una delicada orografía
de distendida piel.
Cuando pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las preocupaciones,
y ya mi cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules,
en profundas ojeras,
y suelte blanca mi cabellera
para dormirme temprano
—como corresponde—
cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por el paso de muchos inviernos,
sé que todavía mi corazón
estará —rebelde— tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también saludarán
mis mañanas.

En la doliente soledad del Domingo

Aquí estoy,
desnuda,
sobre las sábanas solitarias
de esta cama donde te deseo.

Veo mi cuerpo,
liso y rosado en el espejo,
mi cuerpo
que fue ávido territorio de tus besos,
este cuerpo lleno de recuerdos
de tu desbordada pasión
sobre el que peleaste sudorosas batallas
en largas noches de quejidos y risas
y ruidos de mis cuevas interiores.

Veo mis pechos
que acomodabas sonriendo
en la palma de tu mano,
que apretabas como pájaros pequeños
en tus jaulas de cinco barrotes,
mientras una flor se me encendía
y paraba su dura corola
contra tu carne dulce.

Veo mis piernas,
largas y lentas conocedoras de tus caricias,
que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes
para abrirte el sendero de la perdición
hacia mi mismo centro
y la suave vegetación del monte
donde urdiste sordos combates
coronados de gozo,
anunciados por descargas de fusilerías
y truenos primitivos.

Me veo y no me estoy viendo,
es un espejo de vos el que se extiende doliente
sobre esta soledad de domingo,
un espejo rosado,
un molde hueco buscando su otro hemisferio.

Llueve copiosamente
sobre mi cara
y sólo pienso en tu lejano amor
mientras cobijo
con todas mis fuerzas,
la esperanza.

Estoy viva como fruta madura

Estoy viva
como fruta madura
dueña ya de inviernos y veranos,
abuela de los pájaros,
tejedora del viento navegante.

No se ha educado aún mi corazón
y, niña, tiemblo en los atardeceres,
me deslumbran el verde, las marimbas
y el ruido de la lluvia
hermanándose con mi húmedo vientre,
cuando todo es más suave y luminoso.

Crezco y no aprendo a crecer,
no me desilusiono,
ni me vuelvo mujer envuelta en velos,
descreída de todo, lamentando su suerte.
No. Con cada día, se me nacen los ojos del asombro,
de la tierra parida,
el canto de los pueblos,
los brazos del obrero construyendo,
la mujer vendedora con su ramo de hijos,
los chavalos alegres marchando hacia el colegio.

Sí.
Es verdad que a ratos estoy triste
y salgo a los caminos,
suelta como mi pelo,
y lloro por las cosas más dulces y más tiernas
y atesoro recuerdos
brotando entre mis huesos
y soy una infinita espiral que se retuerce
entre lunas y soles,
avanzando en los días,
desenrollando el tiempo
con miedo o desparpajo,
desenvainando estrellas
para subir más alto, más arriba,
dándole caza al aire,
gozándome en el ser que me sustenta,
en la eterna marea de flujos y reflujos
que mueve el universo
y que impulsa los giros redondos de la tierra.

Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas.

Huellas

Pronto me marcharé a selvas de humo y de concreto
andaré calles de ciudades hostiles
mi nombre sonará a otro nombre
mi rostro parecerá otro rostro
Por eso aquí, esta tarde
así quiero quedarme
viendo desde lo alto mi rebaño de volcanes azules
dejando que el paisaje se me crezca por dentro
que el lago se me instale en los pulmones
que las nubes se expandan en mi sangre
que me nazcan volcanes en los ojos
que esta visión de mito y epopeya
alimentos mis ríos interiores
con los que me sostendré
cuando abra la distancia su profunda frontera.

La orquídea de acero

Amarte en esta guerra que nos va desgastando
y enriqueciendo.
Amarte sin pensar en el minuto que se escurre
y que acerca el adiós al tiempo de los besos.
Amarte en esta guerra que peleamos, amor,
con piernas y con brazos.
Amarte con el miedo colgado a la garganta.
Amarte sin saber el día del adiós o del encuentro.
amarte porque hoy salió el sol entre nuestros cuerpos apretados
y tuvimos una sonrisa soñolienta en la mañana.
Amarte en toda esta incertidumbre,
sintiendo que este amor es un regalo,
una tregua entre tanto dolor y tanta bala,
un momento inserto en la batalla,
para recordar cómo necesita la piel de la caricia
en este quererte, amor,
encerrada en un triángulo de tierra.

Luciérnagas

A las cinco de la tarde
Cuando el resplandor se queda sin brillo
Y el jardín se sumerge en el último hervor dorado del día
Oigo el grupo bullicioso de niños
Que salen a cazar luciérnagas.

Corriendo sobre el pasto
Se dispersan entre los arbustos,
Gritan su excitación, palpan su deslumbre
Se arma un círculo alrededor de la pequeña
Que muestra la encendida cuenca de sus manos
Titilando.

Antiguo oficio humano
Este de querer apagar la luz.

¿Te acordás de la última vez que creímos poder iluminar
la noche?

El tiempo nos ha vaciado de fulgor.
Pero la oscuridad
Sigue poblada de luciérnagas.

Oda a los poemas perdidos

Antes
cuando un poema
leve como pájaro
se posaba sobre mi mente
corría con mi red
a atraparlo.

Ahora
lo siento rozar
mis neuronas
quedarse quieto un rato
sobre el tendido eléctrico
y lo reto
a que permanezca
a que espere que yo acabe con mis ritos
de la tarde o la mañana;
el pan con mantequilla
el vino al atardecer.

Ya no tengo prisa
ni afanes de coleccionista
A solas gozo el zumbido de su existencia
la efervescencia efímera
de su ser en mi sangre

Ahora contemplo mientras se llena
de plumas de colores
y abre sus alas
en el aire que jadea invisible

Lo dejo marcharse
ave mítica
para nunca volver
jamás.

Gioconda Belli, 30 ene 2012

Sencillos deseos

Hoy quisiera tus dedos
escribiéndome historias en el pelo,
y quisiera besos en la espalda,
acurrucos, que me dijeras
las más grandes verdades
o las más grandes mentiras,
que me dijeras por ejemplo
que soy la mujer más linda,
que me querés mucho,
cosas así, tan sencillas, tan repetidas,
que me delinearas el rostro
y me quedaras viendo a los ojos
como si tu vida entera
dependiera de que los míos sonrieran
alborotando todas las gaviotas en la espuma.
Cosas quiero como que andes mi cuerpo
camino arbolado y oloroso,
que seas la primera lluvia del invierno
dejándote caer despacio
y luego en aguacero.
Cosas quiero, como una gran ola de ternura
deshaciéndome un ruido de caracol,
un cardumen de peces en la boca,
algo de eso frágil y desnudo,
como una flor a punto de entregarse
a la primera luz de la mañana,
o simplemente una semilla, un árbol,
un poco de hierba.

Se van tus manos sobre mi mirada

Se van tus manos sobre mi mirada,
la sostienes, la sueltas.
Embistes mi hombro izquierdo,
lo sitias desde el cuello,
lo asaltas con las flechas de tu boca.
Embistes mi hombro izquierdo
feroz y dulcemente a dentelladas.
Con su modo redondo
de hacer pasar el tiempo entre los besos
y somos dos volutas de humo
flotando en el espacio
llenándolo con chasquidos y murmullos
o suavemente quedándonos callados
para explorar el secreto profundo de los poros
para penetrarlos en un afán de invasión
de descorrer la piel
y encontrar nuestros ojos
mirándonos desde la interioridad de la sangre.
Hablamos un lenguaje de jeroglíficos
y me vas descifrando sin más instrumentos
que la ternura lenta de tus manos,
desenredándome sin esfuerzo,
alisándome como una sábana recién planchada,
mientras yo te voy dando mi universo;
todos los meteoritos y las lunas
que han venido gravitando en la órbita de mis sueños,
mis dedos llenos del deseo de tocar las estrellas
los soles que habitan en mi cuerpo.
Una mansa sonrisa empieza a subirme por los tobillos,
se va riendo en mis rodillas
sube recorriendo mi corteza de árbol
llenándome de capullos reventados de gozo transparente.
El aire que sale de mis pulmones va risueño
a vivir en el viento de la noche
mientras de nuevo embistes mi hombro izquierdo,
feroz
y dulcemente
a dentelladas.

Te busco en la fuerza del futuro

Sola yo, amor,
y vos quién sabe dónde;
tu recuerdo me mece como al maíz el viento
y te traigo en el tiempo,
recorro los caminos,
me río a carcajadas
y somos los dos juntos
otra vez,
junto al agua.
Y somos los dos juntos
otra vez,
bajo el cielo estrellado
en el monte,
de noche.
Yo, amor, he aprendido a coser con tu nombre,
voy juntando mis días, mis minutos, mis horas
con tu hilo de letras.
Me he vuelto alfarera
y he creado vasijas para guardar momentos.
Me he soltado en tormenta
y trueno y lloro de rabia por no tenerte cerca,
en viento me he cambiado,
en brisa, en agua fresca
y azoto, mojo, salto
buscándote en el tiempo
de un futuro que tiene
la fuerza de tu fuerza.

FIN de los poemas de Gioconda Belli

Xoán A. Leiceaga Baltar, Agosto de 2012